Ya conocía la teoría sobre las
inteligencias múltiples de Gardner pero nunca antes me había parado a pensar en
si las utilizaba yo misma en el aula ni si ayudaba a mis alumnos a utilizarlas
y las valoraba.
Me he dado cuenta, gracias a la tarea sobre Mis inteligencias,
de que todos somos el resultado de nuestras múltiples inteligencias y, a veces,
nos olvidamos de ello y no lo compartimos con nuestros alumnos, haciéndoles
creer que solo son inteligentes si sacan buenas notas en matemáticas o en
lengua castellana, de manera que reducimos de manera trágica su potencial, ya
que no les ayudamos a que utilicen sus propias capacidades e inteligencias para
desarrollar o mejorar otras, que seguramente tengan pero que no hemos sabido
descubrir, ni ellos ni nosotros.
Creo que la inteligencia no se
define por números ni por letras, sino que se define más bien por la capacidad
de utilizar las herramientas que tienes a tu alcance para llegar al objetivo
propuesto, así como la capacidad de adaptación y aplicación a diferentes
contextos.
Resulta evidente, en la práctica
docente, que cada uno de nuestros alumnos posee unas inteligencias
desarrolladas más o menos y que, teniéndolas en cuenta, podemos ayudarles a
utilizarlas para desarrollar otras, porque en ocasiones pueden ayudarse entre
sí.
La actual utopía de una escuela en
la que se puedan abordar y desarrollar las diferentes inteligencias creo que
comienza porque los docentes nos demos cuenta de que nosotros mismos las
tenemos y las usamos, lo que nos otorga cierta peculiaridad que no debemos
lamentar, ni personalmente, ni en nuestros alumnos. Quizás la manera sea
abordar qué queremos enseñar, qué es fundamental enseñar en las aulas, los
grandes paradigmas: comunicación, escritura, pensamiento crítico, abstracto… y
pensar en los diferentes caminos desde los que pueden abordarse esos proyectos,
que parecen inabarcables para un curso, pero que deben marcarse como final de
un camino, en el que unos a otros puedan ayudarse y comprender que cada uno
aprende y entiende de una manera diferente y, sin embargo, eso no significa que
unos sean mejores que otros.
Esta reflexión personal sobre las
múltiples opciones que podemos ofrecer a nuestros alumnos abriendo nuestra
mente viene derivada de la reflexión sobre mi propia trayectoria escolar.
Quizás si dejásemos que nuestros alumnos desarrollaran esas capacidades
instintivas, se dedicaran a aquello que quieren con el mismo amor y vocación
como lo hacemos la gran mayoría de los profesores que estamos en el aula cada
día, viendo lo mejor de ellos mismos, a la vez que nos hacen sacar lo mejor de
nosotros mismos.